Algunas memorias...

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Mientras me fumo un pucho (sí, volví a fumar) decidí dejar aquí el recuerdo de algo que me sucedio hace un par de años, para que no se me olvide nunca. En realidad solo fui muda testigo de lo que sucedió, pero vale la pena relatarlo.

Hace algo más de 2 años visité la catedral de Santiago de Compostela (mi lugar preferido del mundo). Mi primera reacción al pisar ese sagrado lugar, fue llorar. Pero no fue un llanto de emoción, sino un llanto desgarrador. Como si no hubiera llorado nunca en mi vida. Sin embargo no es a eso donde apunta mi relato. Lo que pasa es que luego de calmarme y de que varios curas pasaran a preguntarme si andaba todo bien conmigo, decidí ir a sentarme a otro lugar, donde no pudiera seguir espantando a más turistas con mi llanto.

Debo haber llegado a un lugar cercano al órgano de la catedral. A esa hora alguien tomaba clases con uno de los curas que probablemente me preguntó qué me sucedia. El aprendiz no lo hacía nada de mal. De hecho me distrajo de mis emociones contenidas y por un momento me concentré en la música y la seguí. Eso me calmó de sobremanera. Pero de pronto la música se detuvo brúscamente y comencé a escuchar unos gritos en gallego que de pronto se convirtieron en improperios de grueso calibre. No hace falta hablar la lengua de un lugar para diferenciar entre una "chuchá" y una "foca". Esta era de las wenas, de las con enjundia, de las que los padres lanzan cuando reciben la libreta de notas del colegio. Esta era de antología.

Pobre discípulo. Pensé en subir a defender al pobre aprendiz, pero primero que todo, no sabía a ciencia cierta de donde provenía esa música, y segundo: tenía que irme porque me iban a cerrar el museo de la catedral. Para variar, me perdía en el tiempo, como muchas veces me pasó mientras recorría España. Uno se pierde, y da lo mismo, esa es la gracia de viajar...

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